La vida te lleva a sitios y tú llevas tu vida a todos los lugares donde viajas. La primera vez que fui a París cargaba a la espalda todas las ilusiones que caben en la mochila de una niña de 16 años. París olía a verano y a sudor de tren y a todas las cosas que quedan por pasar.
La última vez que estuve allí, llevaba conmigo todas las esperanzas de quien va a ser madre, la sensación de que mi vida cambiaría para siempre y una nariz que no pasaba nada por alto. Era mi cumpleaños y París olía a casi todo lo que a una embarazada le puede dar náuseas. París n’existe pas, pensé.
Me pregunto qué llevaré la próxima vez, pero sobre todo me pregunto qué llevará él.