Pocas personas saben que las gallinas ponedoras viven en sociedades jerarquizadas aunque seguramente esto no revista la menor gravedad.
En sus sociedades, los individuos sumisos son castigados por los superiores con picotazos que pueden llegar al canibalismo. A principios del siglo XX el canibalismo era una amenaza para el negocio avícola: disminuía el número de gallinas y reducía la producción de huevos, pero también nos ponía frente a los ojos una curiosa metáfora sobre nuestra propia existencia.
En la primavera de 1907, después de algunas pruebas en granjas de California, el joven John-William Van de Kamp, hijo de una acaudalada familia que poseía pozos de petróleo, se encontraba en posición de poder comercializar unas lentes para las gallinas. Estas lentes, al distorsionar su visión, eliminaban las diferencias sociales y podrían suponer una revolución para los granjeros de todo el mundo. Es posible que también lo fuera para las gallinas pero no se tenía constancia de ello.
Hasta entonces, los granjeros solían cortar los picos a las gallinas para reducir los daños derivados de su insidiosa tendencia a establecer diferencias sociales, pero el procedimiento era traumático y desagradable y en modo alguno práctico.
En un principio, el objetivo del joven John William no había sido disminuir el dolor de las gallinas ni desde luego cambiar el rumbo de sus sociedades. Todo eso vendría después, cuando conoció a Derek.
Van de Kamp era hijo de una acomodada familia de inmigrantes holandeses y había sido educado en Harvard por imposición de su abuelo paterno. Desafortunadamente, todo lo que trajo de allí fue una descreída pose de suficiencia y una enfermedad venérea, además de una díscola tendencia hacia el género masculino que su abuelo paterno no aprobaba. El materno había muerto arruinado, lo que sin duda invalidaba su opinión, si hubiera tenido alguna. Por lo demás, sus padres habían vuelto a Europa hacía años, y estaban alejados tanto de los pocos problemas que daba la floreciente industria del petróleo, como de las muchas situaciones comprometidas que generaba la manía de vestirse de mujer que John William había mostrado desde joven.
De Harvard Van de Kamp trajo también una valiente ambición por hacerse rico por sus propios méritos. Decidido a perseguir su sueño, el joven Van de Kamp obtuvo una licencia de New World Plastics (una empresa pionera en la fabricación de lentes) para el uso exclusivo del polímero hidrófilo en aplicaciones no humanas. Este polímero resolvía el problema inicial de irritación ocular que las lentes producían a las gallinas y al ser moldeado por inyección, hacía que los costes de manufactura disminuyeran considerablemente. Bajo los términos de esta licencia New World Plastics no produciría ni desarrollaría el polímero para otras firmas que trabajaran en mercados de aplicaciones no humanas. Van de Kamp tenía en mente un monopolio que le haría rico y había puesto todo el dinero del que disponía en el proyecto
A finales de la primera década del Siglo XX, los más de 379 millones de gallinas ponedoras de Estados Unidos se encontraban repartidas en algo más de cinco millones de granjas según el censo (de gallinas ponedoras, se entiende).
A nivel geográfico California, Carolina del Norte y Georgia contaban con el 25% de las gallinas ponedoras. Nueve estados más del sur y del noroeste contaban con un 36% adicional. Dos condados de California contaban con 20 granjas que alojaban 21 millones de gallinas. Estos datos no contienen ninguna información relevante para seguir el relato, pero dan idea de la importancia que John daba al proyecto. Conseguir esa información sin Internet había costado tiempo y esfuerzo, pero mientras lo hacía, John William podía estar alejado del nauseabundo olor de las gallinas y lo que aún era mejor, podía estar vestido como le pareciera.
El acercamiento de John a las gallinas había sido poco menos que casual. Al poco de volver de Harvard conoció a Derek McCulloch, un joven atractivo y poco afeminado (en comparación con John) que había heredado el negocio ganadero de su padre. Derek no soportaba ver el sufrimiento de las gallinas cuando les cortaban el pico. Cuando lo conoció, el joven Van de Kamp supo que haría lo posible para no ver a Derek derramar una sóla lágrima más a causa te de una gallina. Por su parte, Derek soñaba con una vida junto a John William y supo desde el principio que sus destinos estaban entrelazados.
John y Derek habían intentado vivir alejados de las inquisitivas miradas de los empleados de la granja, pero aquello era de todo menos romántico. Las gallinas eran sucias, ruidosas y demasiado violentas para dos jóvenes atolondrados que vivían la primavera de su pasión.
Los dos trabajaron sin descanso. Derek ayudó al joven John William en todo lo que tenía relación con la empresa y Van de Kamp asumió que sería la pareja de un granjero en la época del nacimiento del jazz. Cuando se cansaron de fantasear y hacer planes sobre su negocio, pasaron a la acción.
Dispusieron todo para probar sin más demora las nuevas lentes de polímero hidrófilo enviadas por New World Plastics desde Baltimore. Aquella mañana ocurriría algo maravilloso. Además de poner las semillas de una prometedora empresa, crearían un nuevo orden social para las gallinas, quién sabe si la idea era exportable a otros animales, tal vez al hombre mismo. ¿Acaso no se podría corregir la cerrazón mental como se corrige la visión? Su ingenuidad no había evitado que percibieran cómo les miraban los demás, y no me refiero sólo a cuando el joven Van de Kamp usaba falda y corsé.
Borrachos de excitación y seguros de su éxito, eligieron empezar por una gallina a la que aún no se le había cortado el pico. Un paso por detrás de John William, Derek observaba como con toda la ceremonia que exigía el momento y con toda la delicadeza de la que era capaz, extraía las lentes de la caja y mirando con ternura a la gallina intentaba ponérselas.
La gallina le miró fijamente, parecía ser consciente del importante paso que daban, pensó Derek. Acto seguido, cuando tenía las lentes colocadas, y el milagro de las distorsión debía hacer su efecto algo se torció. La gallina propinó un picotazo seco, rápido y certero a John William en el centro de la frente. Un fino hilo de sangre comenzó a brotar y Van de Kamp cayó en brazos de Derek con los ojos en blanco y con tal teatralidad que pareció ensayado.
Había muerto.
Alfonso Iglesias
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[i] Inspirado en el caso 502-S36 (Darrel G. Clarke y Randall E. Wise. Harvard Business School, 1999). Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia