-¿Y si fuera cierto? ¿Y si una ola gigante hubiera hundido el Prestige?- Henry O., el joven estadístico contratado por la Agencia de Seguridad Marítima Europea, EMSA, daba vueltas a esta cuestión durante la reunión matinal en su oficina. -Pudo ser cierto lo que relató el jefe de máquinas portugués, Adriano F., ante el juez sobre que una ola gigante podría haber fracturado el casco del barco. Una ola de quince metros incidiendo perpendicularmente sobre el casco equivaldría a un impacto de cien toneladas en apenas un segundo, y el Prestige, por su diseño, no estaba preparado para tal impacto- razonaba Henry O. Se podría haber evitado el desastre. La inmensa capa negra de fueloil nunca se hubiera extendido amenazadoramente sobre las costas gallegas.
Henry O. había nacido en Brighton, y tenía dos pasiones, las matemáticas y el mar. Tras unos estudios brillantes, desembocó en Londres, doctorándose cum laude por la Universidad de Ingenieros Navales. Con ese curriculum no le fue difícil acabar trabajando con veintinueve años para la EMSA.
Llegó a la agencia en su momento álgido, con todos los sueños locos de los jóvenes científicos que piensan que tendrán una gran idea que revolucionará el mundo. En el campo de la estadística le interesaba el fenómeno de los sucesos muy extraños, los llamados Cisnes Negros por un matemático libanés que había trabajado con Mandelbrot, el descubridor de los fractales. Es por ello que se le ocurrió estudiar el fenómeno de las olas gigantes, que le permitió recuperar su vieja fascinación por el mar. Conjeturó la formación extraordinaria de una ola de más de quince metros que denominó “Ola Negra”. Confeccionó un informe estadístico empleando un modelo multivarible cuya base matemática no se basaba en la distribución normal de tipo gaussiano, sino en una más novedosa de tipo fractal.
De ser cierta la existencia de estas Olas Negras, parte de la industria naval tendría que reconsiderar las normativas y diseños de los barcos, especialmente en el caso de barcos destinados al transporte de mercancías contaminantes.
Henry O. se levantó aquella mañana decidido a relatarle a su jefe que tragedias como la del Prestige podrían evitarse en el futuro si se prestaba atención al informe que había elaborado. Echándole un vistazo rápido al informe, su jefe levantó la ceja desconfiadamente.
Dos meses después Henry O. lo había dispuesto todo. Sabía del peligro que corría publicando su informe, ya que era consciente de que su idea, como una Ola Negra, chocaba con los intereses del poderoso sector naval. Afortunadamente, antes de que ocurriera lo peor había acordado con una amiga que trabajaba como periodista para The Guardian, que si le ocurría algo se encargara de que su informe viera la luz.
Mientras tomaba el café, en aquella fría y lluviosa mañana, el jefe de Henry O. leía sorprendido en la prensa que el cuerpo de un hombre joven había sido hallado en la orilla…
Irónicamente, su idea, como una Ola Negra, había ocasionado su hundimiento, su fin.
Pablo Arcadio Flores ©