Como ya os hemos ido adelantando, desde esta sección de “Corresponsal de oídas“, escribiremos sobre aquello que nos envíen los amigos de Spanish Matchbox, haciendo nuestra particular crónica de oídas, para cotejarla después con la información obtenida a pie de foto.
He aquí la primera foto, la primera crónica y su primer reflejo con la información más próxima a la realidad.
Gadus morhua. O lo que es lo mismo, bacalao común o bacalao de Noruega.
Jorunn siempre había colocado una pieza de bacalao seco en las casas de las chicas que le gustaban. Bien estirado y con un lazo de color que delataba sus intenciones. Su padre decía que el muy ingenuo se había dejado una fortuna a cambio de nada; ni una mísera onza de aceite de foca había conseguido. Su progenitor era un hombre de la vieja escuela, capaz de distinguir entre más de una veintena de tonos de blanco al contemplar la nieve.
Esta vez vez, Jorunn esperaba conquistar el corazón de la resuelta Injerd, la pequeña y coqueta pelirroja que se atrevió a sonreírle hace dos días. Fue en medio de la danza psicofantasiosadramática que ese pequeño grupo de españoles había organizado en el pequeño teatro del pueblo. Se preguntaba si los españoles habían incluido el bacalao en su dieta. Sabía que tomaban bastante pescado, que bebían vino desde la mañana y que servían la cerveza fría en sus bares, lugares que no era capaz de imaginarse. Pero desconocía si el bacalao lo vendían en sus mercados, lo cocinaban sus madres o lo masticaban los hijos.
Gadus morhua. El regalo perfecto, la excusa certera para probar los labios de la pequeña pelirroja. Era importante lograr conquistarla antes del frío de Octubre, antes de la primera nevada. Después, cualquier pequeña esperanza se diluiría como el gasoil de su embarcación en el mar. Anhelaba dejar de lado sus ensoñaciones, aquellas que le llevaban a masturbarse en la bodega del barco varado; apenas podía concentrarse con el asfixiante olor a pescado muerto que había dentro.
Esta noche, la marea estaría más baja que nunca, llenando la playa de regalos curiosos. Esta noche, los españoles cantarían y bailarían para invocar a un Dios extraño, aunque eso le daba igual. Le gustaba ver a esos tíos raros creando un plano secuencia de más de dos horas, jugando con palabras y con fuego, sin importar el orden. Esta noche, la marea descubriría el sexo de Injerd, y Jorunn nadaría en él.
En 1998, en la primera edición del Stamsund Teater Festival, los organizadores, conscientes de que en su población ni las rosas ni los bombones eran típicos, sino bienes escasos, decidieron obsequiar a todos los artistas, tras su actuación en el festival, con un estupendo bacalao seco adornado con una lazada como las que recogen los ramos más vistosos. Eso sí era, y sigue siendo, un producto local, típico y muy apreciado, aunque a veces el obsequio era recibido con cierta cara de aprensión por parte del arista. Por eso, desde hace unos años, se ha decidido colgar del lazo el bacalao seco a modo de ofrenda en las casas donde se aloja a los artistas durante el festival.
La foto no es más que un ejemplo.