Me encantan las navajas suizas. Creo que tiene que ver con mis ansias de control, con mi neurosis incipiente, con mis ganas de disponer del gadget adecuado en cada momento. Siempre me han gustado y siempre me gustarán. Empezaré así mi discurso de presentación en el próximo grupo de autoayuda al que acuda, cuando mi adicción por las “multiherramientas” suponga un problema de adaptación a la vida normal.
La cuestión es que Amazon, ese enorme centro comercial, sin pasillos ni megafonía, pero con un escaparate que engloba todos los productos fabricados sobre la faz de la tierra, me permite cotillear, bucear, comparar los nuevos artilugios americanos con los hierros suizos de toda la vida.
Cuando uno curiosea en internet, cuando busca, cuando mira y re-mira, lo que quiere es formarse un criterio sobre algo concreto. Acudimos entonces a las opiniones de otros usuarios, personas que compraron el producto y que te cuentan, dentro de una escala de valores, si el producto les resultó satisfactorio y demás menesteres. Me encanta escarbar ahí, lo confieso.
Pulsando aquí y allá, saltando de las Victorinox a las Leatherman, me detengo en una navaja suiza que cuesta unos ochocientos euros, con más de ciento cincuenta herramientas y que, por las fotos, veo que carece de utilidad alguna, ya que es un cachivache enorme. Pienso entonces:
“Joder, ¿habrá alguien de verdad que compre esto…? Pero bueno, siempre hay gente que colecciona de todo…”
Descubro entonces que hay un buen número de opiniones de usuarios que se gastaron semejante pasta y compraron el producto. No puedo resistirme y me dirijo allí, a leer lo que la gente pueda contarme tras comprar ese artilugio.
Mi sorpresa es mayúscula. Leo una opinión tras otra. Cada una más disparatada que la anterior, más ocurrente, creativa y cachonda. Percibo que se había creado una especie de competición para ver quién escribía el mejor comentario surrealista y absurdo sobre el producto, hasta que por fin, doy con alguien que, cumbre del paroxismo en el deleite de las opiniones, regala a los demás usuarios un pequeño relato con la multiusos como protagonista.
Empiezo a sudar por la emoción del hallazgo. Comienzo a hurgar en otros productos y la dinámica es parecida. ¿Qué es esto? ¿Hay un mundo paralelo y festivo de gente que crea historias absurdas con sus navajas suizas? ¿Qué me he perdido? ¿Qué clase de conexión puede existir entre una multiusos y la creación de una ventana literaria al mundo?
¿Por qué…? ¿Qué necesita el ser humano actual para responder así…?
De repente, allí donde no llega la luz, donde no se cultivan los versos, donde sólo se ven rocas sobre un fondo de arena, allí, justo allí, aparece la magia de las palabras.
Como un hermoso grupo de líquenes que crecen a la sombra de la puerta del garaje, en el rincón más inhóspito de la casa, la vida, demuestra que, por encima de cualquier cosa, es eso, vida, sin más, demostrando su condición de elemento esencial del universo.
Lo precioso, lo maravilloso de todo esto, radica, primero, en lo casual del encuentro. De cómo, el estar brujuleando sin sentido me lleva a dar con un tesoro vital de semejante calibre.
Lo segundo, la demostración (enésima, casi infinita) del ser humano, de cómo la vida es un camino sobre el que podemos arrojar diamantes, en bruto o pulidos por hermosas palabras. Cualquier excusa es buena para construir castillos con letras, para regalar los argumentos necesarios y saber que, tras la oscuridad, siempre hay algo de luz en cada uno de nosotros.
© Carlos Ibarreta
9 años ago ·
No sé quién dijo que ser escritor era fijarse en el simbolismo de las casualidades que al entrelazarse desvelan la magia del mundo. O algo así.